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  Tradiciones perdidas 29-03-2024 01:23 (UTC)
   
 


TRADICIONES BENIAJANENSES PERDIDAS
Una identidad a recuperar

LA MERENDONA - La principal y más céntrica plaza de Beniaján lleva hoy el nombre de San Antón, pues allí se levantaba su santuario hasta que fue demolido a principios de siglo XX. Desde aquel templo se emprendía cada 29 de diciembre una antiquísima y singular romería hasta la sierra, en lo alto del barrio de El Bojal, donde en un ambiente fraternal y lleno de tipismo se desarrollaba la popularmente conocida "merendona". Esta celebración, que seguía en el calendario a la Nochebuena, al Primer, Segundo y Tercer Día de Pascua y, por último, al Día de Inocentes, suponía el final del ciclo navideño... un broche de oro que durante décadas se mantuvo como la manifestación festiva más concurrida y significativa para los beniajanenses y gentes de pueblos vecinos. Desde hace un par de años, el Taller de Historia de Beniaján está fomentando su recuperación, consiguiendo el apoyo de numerosos vecinos que, de nuevo, vuelven a subir al monte cuando llega el 29 de diciembre.


FIESTA DE SAN ROQUE - Hasta hace unos años y sin tener una fecha fija en el calendario, aunque siempre en verano, el popular Barrio de San Roque festejaba al santo que le da nombre. Se trataba fundamentalmente de una verbena organizada por el vecindario, tras la función religiosa y la alegre procesión por las calles del barrio, acompañando a la imagen de San Roque que preside la hornacina que allí existe.


LA HEBRICA DEL QUIJAL - Tradición beniajanera que acontecía en la lúgubre Noche de Difuntos, por la que cuadrillas de niños iban de casa en casa pidiendo lo que denominaban "hebrica del quijal": caramelos, tostones y toda clase de frutas y productos gastronómicos habituales en esta época del año (pipas en corona, dátiles, membrillo, arrope). Mientras, los jóvenes, dedicaban esa noche a asustar a los ancianos o a gastar bromas a sus vecinos, especialmente extendidas la de tapar las cerraduras de las puertas con gachas o robar las macetas. Tradición esta muy genuina de la zona, digna de recuperar en su esencia, que hoy sólo se revive en cierta forma con el importado Halloween.


EL DESPERFOLLO - Familiares y vecinos se reunían en la puerta de alguna casa de la huerta o en un almacén del pueblo, procediendo todos juntos a la limpieza de las panochas recolectadas. A las mazorcas, que se amontonaban en el centro del lugar de la reunión, se les iba quitando a mano la envoltura seca que las recubre para dejar a la vista el grano. Aquel trabajo se convertía siempre en una fiesta vecinal, en la resultaban especialmente agraciados quienes sacaban una panocha "colorá", pues adquirían licencia para besar o abrazar a quien eligieran de los allí reunidos. Para los jóvenes, una ocasión perfecta para entablar amistades y ganar confianza con las guapas beniajaneras...


DESPEDIR EL DUELO - Tras la celebración de la correspondiente misa funeral en la iglesia, el traslado del féretro hasta el cementerio se realizaba normalmente a pie y era acompañado en masa por todos los asistentes hasta llegar siempre a un mismo punto: el arranque de la Cuesta de la Azabara (actualmente Av. Federico Guirao). Se producía entonces la llamada "despedida del duelo", que no era otra cosa que dar el pésame a la familia y un último adios al finado. Desde allí, sólo el párroco y los más allegados recorrían el tramo final del camino hasta llegar al camposanto.


FLORES DE AMOR EN PASCUA FLORIDA - El Domingo de Resurrección, además de fiesta religiosa, fue siempre en Beniaján lo que bien podría calificarse como nuestro original y genuino "Día de los Enamorados". La noche anterior (Sábado de Gloria), cada mozo rondaba la casa de la moza de sus desvelos y dejaba en su puerta un ramito de flores, o adornaba en secreto la fachada de la amada con todas las macetas que podía sisar por el vecindario. Al día siguiente, en el festivo paseo por la Calle Mayor, cada joven buscaría encontrarse con la mirada de su muchacha, acicalada gustosa con las flores ofrendadas... esperando compartir finalmente esa sonrisa cómplice de los que se aman.


LA VOZ DEL CAMPANARIO - La torre parroquial de San Juan Bautista, erigida en mitad del casco antiguo de la villa, siempre ha sido un símbolo de Beniaján y un hito visible desde cualquier punto de nuestra huerta. Pero la función esencial de la torre (la de las tres que se han construido sucesivamente en ese mismo lugar, todas con el mismo fin), ha sido anunciar a los cuatro vientos con la voz de sus campanas el paso cotidiano de las horas, convocar a misa, comunicar sepelios y fiestas, o alertar a la población ante cualquier peligro. Hoy sigue hablando la torre a sus vecinos, pero no con la variedad de toques y timbres con que lo hacía en siglos pasados. Hubo una época en la que nuestra torre contaba al menos con tres campanas: la Mayor (también llamada "La Nona"), otra mediana y la más pequeña (llamada "El Dín"). El campanero las hacía sonar siguiendo unos códigos que eran bien conocidos por todo el pueblo: toques de difunto para mujer, distinto al de hombre o al de niños, toque de alba, volteo de la Virgen, volteo del Corpus... o el siempre funesto toque a rebato anunciando riada. Cada acontecimiento tenía su toque concreto. También existía en la torre una enorme matraca o carraca (artilugio de madera que sonaba por el golpeteo de unos mazos), que sólo dejaba oir su ronco canto durante la Semana Santa ante el preceptivo silencio de las campanas.

 

 

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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