Existe en Beniaján una devoción a San Antonio Abad muy extendida y secular, probablemente asociada a la antigua e importante actividad ganadera desarrollada en la villa durante siglos. No en vano, San Antón es el patrón de los animales y siempre se tuvo como protector ante las epidemias y enfermedades que azotaban la actividad pecuaria.
La principal y más céntrica plaza de Beniaján lleva hoy el nombre de San Antón, pues allí se levantaba su santuario hasta que fue demolido a principios de siglo XX. Desde aquel templo se emprendía cada 29 de diciembre una antiquísima y singular romería hasta la sierra, en lo alto del barrio de El Bojal, donde en un ambiente fraternal y lleno de tipismo se desarrollaba una misa en honor del santo y la popularmente conocida "merendona". Esta celebración, que seguía en el calendario a la Nochebuena, al Primer, Segundo y Tercer Día de Pascua y, por último, al Día de Inocentes, suponía el final del ciclo navideño... un broche de oro que durante décadas se mantuvo como la manifestación festiva más concurrida y significativa para los beniajanenses y gentes de pueblos vecinos.
Con la desaparición del santuario, la imagen de San Antón fue trasladada a un nuevo emplazamiento: el paraje donde finalizaba la tradicional merendona, en lo alto de la sierra, eremitorio que persiste en nuestros días como lugar de veneración del santo. Es el lugar más elevado de la villa, desde donde además se divisa una incomparable panorámica de Beniaján y su comarca. El barrio de El Bojal se convirtió desde entonces en privilegiado custodio de San Antón, haciéndolo patrono de la barriada y conservando hasta nuestros días las conmemoraciones festivas en su honor.
La tercera semana de enero, El Bojal hace frente a los rigores del frío y se viste de fiesta, preparando verbenas y actividades lúdicas para todos los gustos. También se rememora la "merendona", un acto que debería recuperar su antiguo espíritu, prestigio y nivel de participación como seña de identidad del pueblo beniajanense. La imagen del santo es bajada hasta la iglesia del barrio, donde se le rinde especial culto y se realiza la popular "bendición de animales", para ser finalmente devuelta a su ermita acompañada por vecinos de El Bojal y de toda la localidad el último día de las fiestas. Una monumental y kilométrica traca cierra las celebraciones, iniciándose en la parte baja del pueblo y llegando hasta la hornacina del santo, rememorando así en su recorrido la antigua ascensión al monte para honrar a San Antón.